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La presidente de Alianza California cuenta sus 40 años en la industria farmacéutica
A sus 80 años, Mary Juliá de Bustos trabaja todos los días desde las siete de la mañana en el negocio que fundó hace más de 4 décadas con su esposo y que lidera desde 1997, cuando por problemas de salud él debió retirarse de la empresa.

 

 

 

 

Preside Alianza California, un grupo empresarial conformado por Memphis Products, laboratorio de medicamentos genéricos; Compañía California, laboratorio de medicamentos veterinarios; Genmed, empresa maquiladora de productos farmacéuticos humanos y veterinarios; y Ratar, empresa maquiladora especializada en productos ectoparasiticidas, y dos sucursales de las empresas a nivel internacional.

 

Mary conoce la exigencia de la industria farmacéutica. Por ello, tiene grandes planes para su negocio como la puesta en marcha el año entrante de una planta de producción de medicamentos de uso humano y veterinario, en la que lleva trabajando los últimos tres años. Ella misma decidió crearla para fortalecer las operaciones internacionales de la línea veterinaria y empezar su proceso de expansión de Memphis a países como Guatemala y Perú.

 

Ha estado vinculada a la industria farmacéutica por más de 40 años y, aunque su hijo menor, Alejandro Bustos, está a cargo de la empresa, ella maneja los recursos del grupo y dice que lo más difícil es controlar el gasto. Mujer austera, exigente y disciplinada, participa en las grandes decisiones del negocio y dice que no se ha retirado porque su hijo no la ha dejado.

 

Mary y su esposo, Gerardo Bustos, vivían en Cali con sus tres hijos cuando compraron Laboratorios California, que se dedicaba a vender vitaminas para la tercera edad. Juntos ampliaron el negocio a medicamentos de prescripción luego de conocer en Alemania los productos elaborados a partir de una sola molécula. Hicieron crecer la compañía y para 1982 ya contaban con cuatro empresas: Memphis, Psipharma, Laboratorios California y Compañía California.

 

Mary siempre trabajó al lado de su esposo y en 1992 se encargó de montar la planta de producción. “Nos prestaron un dinero, 1.000 millones de pesos colombianos de hoy, y yo me encargué de la construcción. Para mí lo más importante era que nosotros tuviéramos la conciencia y la convicción de que íbamos a fabricar medicamentos. La planta tenía que ser perfecta. Fuimos los primeros certificados con las buenas prácticas en manufacturas”, recuerda ella. Sabía de negocios no solo por la experiencia al lado de su marido, sino porque había estudiado en Cali administración de empresas cuando ya era madre de sus tres hijos. Luego, mientras trabajaba en la compañía, aprendió de finanzas en la Universidad del Rosario y profundizó sus estudios de administración en Inalde.

 

Todos estos aprendizajes le servirían años después, cuando ya era la presidenta del grupo, para liderar la peor crisis del país y reorientar el negocio hasta llevarlo al punto en el que se encuentra hoy. En efecto, actualmente exporta a 12 países, tiene presencia en más de 403 poblaciones nacionales, cuenta con 350 empleados, muchos de los cuales han trabajo con ella por más de 15 años, y factura 52.000 millones de pesos al año.

 

Mary dice que le gusta formar gente y que su sello en la empresa son el orden y la disciplina, características que ella considera definitivas para el éxito.

 

En 1996 Gerardo Bustos sufrió un infarto cerebral y no pudo continuar al frente del negocio. Mary consideró la posibilidad de vender las compañías, pero sus hijos la motivaron a seguir adelante y se convirtió en la presidenta. Varios de los hombres que en ese momento ocupaban gerencias en la compañía renunciaron porque creyeron que ellos continuarían al frente del negocio y porque no estaban dispuestos a dejarse mandar por una mujer.

 

“Ya con la enfermedad de mi esposo se cambiaron proyectos. De pronto, él era prudente, yo no, entonces comencé a fabricar grandes cantidades de medicamentos. Habíamos visto plantas en Estados Unidos y dije: ‘Esto se puede hacer’. Empecé a trabajar en la planta con delantal y cumpliendo un horario de siete de la mañana a siete de la noche aprendiendo los procedimientos y dije: ‘Esto se puede mejorar’”.

 

La compañía empezó a producir para el Seguro Social millones de tabletas de genéricos y el negocio creció exponencialmente hasta cuando el Seguro se cerró. Entonces, firmaron un nuevo contrato con otra entidad del Estado, pero esta les incumplió con los pagos y la crisis se hizo inminente. Se vieron obligados a vender la planta, también Laboratorios California y Psipharma, y entraron en la Ley 1116. La crisis le dejó una gran lección: no se puede vivir de los préstamos. Hoy, maneja todos sus proyectos con recursos propios y siempre está pensando en la salud de la familia y en apostarle al país.

 

Le preocupa, sobre todo, conservar la calidad porque, afirma, “no todo el mundo tiene conciencia de que con los medicamentos cuidamos la vida animal y humana”. Cuando analiza su trayectoria, dice que afrontó su mayor reto al sacar a la compañía de la Ley 1116 y su mayor satisfacción es construir y ver crecer el negocio. “Yo soy una enamorada de la industria farmacéutica, me encanta”. Y agrega que como mujer se maneja diferente un negocio como el farmacéutico porque “somos más detallistas, no dejamos pasar las cosas, para nosotras el detalle es sumamente importante, el orden, el aseo, la disciplina. Creo que tener esa disciplina hace crecer las compañías, así como el amor hacia la gente que nos colabora. Creo que las empresas las hacen los empleados”. Por último, aconseja a las mujeres que se animen a ser empresarias, “que lo hagan a ojo cerrado, que tengan un buen conocimiento de las matemáticas y de las finanzas. No necesitan más. Nosotras somos organizadas, ordenadas, charlatanas, simpáticas. Tenemos todo”.

 

Fuente: Semana

 

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