Con la pandemia aún en la memoria colectiva, dos laboratorios de América Latina están desafiando a los gigantes farmacéuticos Pfizer y Moderna y a sus innumerables patentes con el objetivo de crear una vacuna de ARN mensajero (ARNm) para covid-19. Brasil y Argentina lideran los esfuerzos para formar un polo productivo regional, con el respaldo de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, la disputa entre las empresas estadounidenses por la propiedad intelectual de las tecnologías empleadas en el desarrollo de las dosis amenaza el proyecto.
Las vacunas de ARNm utilizan una parte del código genético del virus para llevar a las células una “receta” que enseña al sistema inmunológico cómo producir anticuerpos contra la infección. Esta tecnología es diferente a la utilizada en las vacunas tradicionales, que contienen al virus completo inactivado (como la vacuna contra la gripe) o atenuado (como las vacunas contra el sarampión y la polio), para provocar la respuesta defensiva del cuerpo.
Aunque existen proyectos vinculados a esta nueva tecnología en Argentina, la principal investigación con sello sudamericano es liderada por Bio-Manguinhos, un laboratorio de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) de Brasil, que forma parte de la red del Ministerio de Salud de este país, pero se maneja de manera autónoma. Antes de que se decretara la pandemia del SARS-CoV2, un grupo de sus científicos estaba desarrollando una vacuna de ARNm. Su fin era tratar el cáncer. Frente a la crisis sanitaria mundial, el proyecto fue rediseñado para covid-19, pero las numerosas solicitudes de patentes de propiedad intelectual, presentadas en todo el mundo, traban su desarrollo.
El problema de las patentes se repite a escala mundial. Pfizer y Moderna han presentado varias solicitudes de patentamiento relacionadas con la tecnología de ARNm y se acusan mutuamente de violaciones a la propiedad intelectual. Si bien el principal escenario de la disputa es en Estados Unidos y en Europa, la lucha se refleja en América Latina, pues ambas farmacéuticas también han solicitado varias patentes en la región.
La patente es un título que protege la propiedad intelectual de una invención, otorgando al creador la exclusividad para producir y vender el producto en un país determinado, generalmente durante 15 o 20 años. Sin embargo, incluso antes de que se conceda una patente, la mera presentación de la solicitud puede alejar a otros desarrolladores, debido a los riesgos económicos que afrontarían si pierden la disputa. En el campo farmacéutico, también es posible patentar técnicas y moléculas necesarias para la fabricación de un medicamento o una vacuna. En otras palabras, una misma vacuna puede tener varias patentes en su proceso de elaboración.
Tan solo Moderna, por ejemplo, presentó 21 solicitudes en todo el mundo, 13 de las cuales fueron en América Latina, según informó el laboratorio Fiocruz. De ellas, una ya fue aceptada en Brasil y otras nueve están en análisis en ese país. De acuerdo a la misma fuente, Pfizer solicitó otras 13 patentes en Brasil, de las cuales una fue aceptada, otra fue rechazada, y las 11 restantes están bajo análisis del Instituto Nacional de Propiedad Intelectual (INPI), responsable de la verificación.
Este elevado número de solicitudes de patentes es visto por algunos expertos como una forma de evitar la entrada de nuevos productores al mercado farmacéutico. Así lo entiende la investigadora Ximena Benavides, de la Universidad de Yale. Ella, junto al investigador Matthew Herder, forma parte de un grupo de investigación sobre innovación en enfermedades infecciosas enfocado, en este momento, en el proyecto global de transferencia de tecnología ARNm de la OMS.
El desafío de los científicos sudamericanos que trabajaban en los proyectos locales de investigación no es, precisamente, romper las patentes, sino sortearlas. Es decir, tratan de encontrar sustancias y técnicas análogas a las utilizadas por las gigantes farmacéuticas de Estados Unidos, pero que aún no estén patentadas.
Un caso ilustra cómo las patentes de Pfizer y Moderna dificultan la investigación brasileña. Las vacunas de ARNm contra covid-19 adoptan en su fórmula varios tipos de lípidos que permiten que la partícula viral con la “receta” llegue a las células sin desintegrarse. Pfizer y Moderna, sin embargo, han presentado patentes para algunos de los lípidos utilizados en la formulación. Incluso la proporción de cada lípido está sujeta a patentes. Esto llevó a Bio-Manguinhos a buscar partículas equivalentes para aplicar en la vacuna brasileña. “Nuestro desarrollo quedó paralizado, al menos, seis meses porque no encontrábamos un lugar que pudiera producir estos lípidos con buenas prácticas de fabricación para nuestros estudios clínicos y que estuviera libre para su utilización", explicó Patrícia Neves, investigadora de Bio-Manguinhos/Fiocruz, durante un seminario web, realizado en agosto, sobre el proyecto.
El investigador brasileño Jorge Bermudez, de la Escuela Nacional de Salud Pública, también vinculada a Fiocruz, explica que las vacunas covid-19 revelaron un escenario aún más complejo sobre el tema de propiedad intelectual. Para un mismo producto, además de las patentes de las propias empresas, hay una serie de nanopartículas patentadas y materiales utilizados en la vacuna que no pertenecen a la empresa que la está produciendo. “Pfizer no es propietaria de todas las patentes de su vacuna. Es una red de patentes que permite a Pfizer fabricar la vacuna", dice Bermudez, que también es especialista en acceso a medicamentos y consultor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS)/OMS.
Para el vicepresidente de Innovación de Bio-Manguinhos, Sotiris Missailidis, quien coordina el desarrollo de la vacuna brasileña, "estas barreras de patentes son comunes en el desarrollo de vacunas y biofármacos". Sin embargo, el caso de la vacuna de ARNm es "especial", debido a la cantidad de patentes presentadas. "Todas las empresas intentan asegurarse una parte de la tecnología para garantizar que puedan avanzar, pero también para bloquear el avance de los demás", dice. Asimismo, Pfizer declaró que no registra patentes "con el objetivo de limitar la competencia" y que sus solicitudes reflejan una "innovación genuina".
Salud versus ganancia
Las vacunas de ARNm son consideradas un hito en la historia de la ciencia por su alta eficacia y la facilidad con la que se pueden adaptar a variantes del coronavirus -incluida la nueva subvariante Eris, que ya registró sus primeros casos, tanto en Brasil como en Argentina- y, también, a otras enfermedades, como el cáncer. La clave de su efectividad es que, en este tipo de vacunas, no se inyectan virus inactivados para que el organismo genere anticuerpos, sino la información genética (ARNm) para que el cuerpo produzca la proteína del virus y, así, se desencadene la respuesta inmunológica.
Durante la pandemia, las vacunas con esta tecnología dominaron el mercado global y se volvieron las preferidas en países como Brasil, Argentina, Chile y Perú, donde la población las reclamaba para que se las aplique. Los primeros cargamentos de estas marcas de vacunas de ARNm llegaron a la región a partir de diciembre de 2020. Pero sus versiones más actualizadas -como las bivalentes, que protegen contra la cepa original y también contra las nuevas variantes de covid-19- ingresaron al mercado latinoamericano hace, aproximadamente, un año y todavía no están en todos los países de la región.
Según la OPS, sólo seis de los 51 países y territorios de América pudieron adquirir las dosis bivalentes de Pfizer contra las subvariantes ómicron BA.4/BA.5, y sólo uno accedió a las de Moderna. Las bivalentes de Pfizer contra la cepa original y la subvariante ómicron BA.1 llegaron tan solo a tres países de la región. Mientras que la equivalente de Moderna llegó a una nación, y la genérica para ómicron de la misma marca llegó a solo una más. Esas dosis más avanzadas de la tecnología de ARNm tuvieron como mercado inicial a los países de ingresos más altos, como ocurrió con las dosis monovalentes al inicio de la pandemia.
Estas naciones, generalmente del norte global, también fueron capaces de pagar más por cada dosis: en 2021, por ejemplo, cuando en Estados Unidos se pagaba entre 19,50 y 24 dólares por cada vacuna de Pfizer, en Brasil la negociación era por 10 dólares, según información reportada por la prensa de ambos países. Eso contribuyó a que las farmacéuticas alcanzaran ingresos récord en los últimos años.
En 2020, la utilidad neta de Pfizer fue de 9.159 millones de dólares. En 2021 y 2022, mientras tanto, sumaron más de 53.000 millones de dólares. Asimismo, solo el año pasado, los ingresos de la compañía superaron los 100.000 millones de dólares.
Por otro lado, Moderna, que hasta 2020 era solo una start-up, alcanzó el estatus de Big Pharma con su vacuna de ARNm para covid. Ese año, la empresa reportó ingresos por ventas de tan solo 803 millones de dólares. Sin embargo, luego, estas aumentaron de manera considerable, alcanzando los 18.413 millones de dólares, en 2021, y los 19.109 millones de dólares, en 2022. En cuanto a los beneficios netos, la empresa registró pérdidas en 2018, 2019 y 2020, pero obtuvo utilidades netas consolidadas superiores a los 20.000 millones de dólares en los últimos dos años.
Pfizer afirmó que se ha comprometido con el acceso equitativo a su vacuna desde el inicio de la pandemia y ha trabajado con gobiernos y organizaciones internacionales, como Unicef y el mecanismo Covax, "para apoyar programas de suministro y donación de vacunas". La compañía destacó que ya ha entregado 1.800 millones de dosis a 112 países de bajos y medianos ingresos, lo que representa el 39% de las 4.600 millones de dosis entregadas hasta el momento.
Hubs de la OMS
En 2021, tras el primer año de la pandemia de covid-19, la OMS lanzó un modelo de transferencia de tecnología de norte a sur. El mecanismo consistió en elegir laboratorios de países emergentes para que produzcan la vacuna con la tecnología en disputa. Pfizer y Moderna no aceptaron unirse al proyecto.
Consultada, Pfizer confirmó que no está involucrada en el hub de la OMS, pero afirma "acoger con satisfacción las iniciativas voluntarias" para promover el acceso equitativo a las vacunas y terapias contra la Covid. Moderna no hizo declaraciones.
Sudáfrica fue seleccionada para liderar la iniciativa de la OMS a través del laboratorio Afrigen Biologics. En paralelo, el Centro de Transferencia de Tecnología de Vacunas de ARNm de la OMS llegó a acuerdos con laboratorios en 15 países, incluyendo Brasil y Argentina.
El centro sudafricano se inauguró en julio de 2021 y, en abril de 2023, anunciaron la producción de los primeros lotes de vacunas de ARNm contra la covid-19, según informes de prensa. El laboratorio elegido, Afrigen Biologics, utilizó la secuencia disponible públicamente de la vacuna de ARNm covid-19 de Moderna para fabricar su propia versión: AfriVac 2121. Esta vacuna fue la primera de ARNm diseñada, desarrollada y producida en el continente africano. Su importancia radicó en que, en una próxima etapa de fabricación, puede ser utilizada para otras enfermedades, como VIH/Sida o malaria.
Los avances en América del Sur fueron más lentos. Fiocruz y el laboratorio argentino Sinergium fueron elegidos para crear una vacuna libre de regalías y cuya tecnología sea compartida con otros productores regionales. Fiocruz tenía sus estudios más avanzados, mientras Sinergium comenzó el desarrollo "desde cero", según indicó la empresa argentina.
En este contexto, el laboratorio argentino dispuso el acondicionamiento de una planta en la provincia de Buenos Aires, a través de una inversión de 3.500.000 dólares para la etapa inicial y la preclínica, según informó la compañía. El mismo tiene un equipo de 12 personas destinado a realizar actividades de síntesis y purificación del ARNm. Ante la consulta sobre el plazo de finalización del proyecto, el laboratorio afirmó que es difícil estimar cuándo estará lista la vacuna local “porque es un desarrollo desde cero, que llevará varios años incluyendo pruebas clínicas”. Como en el caso de Sudáfrica, una vez lograda la vacuna puede modificarse “para tratar diferentes cepas u otros patógenos de interés regional”, aseguraron desde la compañía.
En cuanto a la vacuna brasileña, actualmente, se encuentra en fase de estudios preclínicos. Pronto se realizarán pruebas en hámsters y exámenes toxicológicos. Si la vacuna supera estas etapas, se espera que los ensayos en humanos comiencen a principios de 2024. La fabricación de los primeros lotes para las pruebas clínicas está prevista para fines de 2023.
Sin embargo, la falta de colaboración entre los proyectos genera dudas sobre si habrá una transferencia real de tecnología, señala Benavides, investigadora de Yale. "No está claro si el proyecto de transferencia de tecnología tendrá éxito, ya que ha sido modificado más de una vez, redirigiendo sus esfuerzos a medida que se desarrollaba la pandemia".
Los expertos advierten que dominar esta tecnología es fundamental para combatir diversas enfermedades, como el tratamiento del cáncer. "Traerá varios productos nuevos al mercado que, hasta ahora, no han sido posibles con las tecnologías disponibles", dice Misailidis, de Bio-Manguinhos/Fiocruz.
"Es importante dominar la producción porque nos brinda ventajas en términos de preparación para epidemias o pandemias y la capacidad de actualizar rápidamente vacunas, como las de covid-19 y la influenza", agrega. Además, destaca que una vacuna latinoamericana podría costar hasta 10 veces menos que los precios establecidos por Pfizer y Moderna.
Fuente: Perfil