La innovación incremental es la incorporación de modificaciones o mejoras de fármacos que ya existen. Es decir, a un medicamento que está en uso, se le añade una mejora o se le encuentra una nueva utilidad para otra enfermedad. En este sentido, Emili Esteve, director del Departamento Técnico de Farmaindustria, señala que “son variaciones en la formulación y concepto original del medicamento que generan notables ventajas para pacientes y profesionales sanitarios, tales como mayor rapidez de actuación, facilidad de uso o mejoras en la eficacia del compuesto y en la adherencia del paciente al tratamiento”.
En la última década aproximadamente el 40% de los fármacos que han llegado a través de este tipo de innovación que se puede clasificar en seis grupos:
Estos avances suponen ahorro y eficiencia en el sistema sanitario ya que una mayor adherencia o cumplimiento de un tratamiento supone tener más controlada la enfermedad y un menor riesgo de recaídas, lo que implicaría reducir el uso de otros recursos sanitarios. A pesar de que la innovación incremental es un beneficio indudable para pacientes y profesionales de la salud, en ocasiones no tiene el reconocimiento que merece por parte de reguladores y pagadores. Emili Esteve explica que “en algunos casos, a pesar de su interés para enfermos, cuidadores, familiares y médicos, así como de la inversión realizada en el desarrollo clínico y de su aportación adicional en términos de eficacia o ahorro, la innovación incorporada queda sin reconocimiento al ser equiparada por el sistema de precios de referencia a presentaciones clásicas, simplemente por compartir el mismo principio activo”.
Este tipo de innovación resulta de gran interés a empresas farmacéuticas de pequeño o mediano tamaño, ya que es una forma más rápida y con menos riesgos que la innovación radical, que implica procesos de entre 8 y 10 años y una inversión de 2.500 millones de euros.
Fuente: La Nueva España