La industria farmacéutica global atraviesa una fase intensa de metamorfosis digital. En el artículo original de El Economista, se describe cómo tecnologías como inteligencia artificial, gemelos digitales y análisis masivo de datos están redefiniendo la competitividad del sector en España y Europa. Pero, ¿cómo se traslada ese escenario a Latinoamérica y, en particular, a Argentina?
Panorama tecnológico en Argentina
Algunas señales muestran que el país ya empieza a posicionarse:
En 2023, se inauguró en el INTI la primera planta pública para la producción de Ingredientes Farmacéuticos Activos (IFAs), una apuesta estatal para fortalecer la infraestructura local y reducir la dependencia de importaciones.
En el ámbito de salud digital más amplio, la adopción de tecnologías como receta electrónica, blockchain e IA está siendo promovida como eje de transformación de los sistemas sanitarios argentinos.
En cuanto a la industria privada, Laboratorios Bagó ha señalado públicamente su apuesta por incorporar innovación y digitalización como elementos centrales de su estrategia para mantenerse competitivo en el mercado local y de exportación.
Desde el sector público de salud, expertos advierten que la transformación digital puede mejorar la equidad y eficiencia del sistema, siempre que vaya acompañada de mejoras estructurales.
Estos ejemplos muestran que, aunque el proceso está en etapas iniciales, hay un interés creciente en digitalizar el ecosistema farmacéutico-sanitario argentino.
Retos específicos del contexto local
Las dificultades que enfrentan las empresas argentinas están en línea con los obstáculos globales, pero con matices propios:
Financiamiento y escala: muchas compañías no disponen de capitales equivalentes a los grandes laboratorios globales, lo que limita la inversión en grandes plataformas digitales.
Talento escaso: los perfiles con conocimiento simultáneo en biotecnología, ciencia de datos y regulación farmacéutica son escasos en el mercado local.
Regulación y normativa local: la industria farmoquímica y farmacéutica debe operar con normativa nacional y regional, que en muchos casos está retrasada frente a los avances tecnológicos.
Infraestructura legada: sistemas informáticos tradicionales, falta de interoperabilidad entre entidades y dependencia de procesos manuales todavía predominan en muchas compañías.
Cambio cultural: la transformación digital no es solo técnica, es cultural: cambiar paradigmas organizativos, romper silos y adoptar metodologías ágiles lleva tiempo.
Beneficios potenciales
Si se concreta —o avanza significativamente—, la digitalización puede aportar:
Reducción de costos operativos y administrativos.
Mejor trazabilidad del producto, control de calidad y cumplimiento regulatorio.
Aceleración del tiempo de comercialización de nuevos medicamentos.
Capacidad para integrar datos de pacientes, ensayos y entornos clínicos y personalizar tratamientos.
Mayor resiliencia frente a crisis en la cadena de suministro.
Claves para avanzar
Para que Argentina aproveche este momento global, algunas condiciones se vuelven estratégicas:
Políticas públicas e incentivos: programas de fomento, créditos o subsidios para digitalización en la industria farmacéutica.
Capacitación y formación: crear circuitos académicos que formen perfiles especializados en salud digital, datos y regulación.
Colaboración público-privada: alianzas entre laboratorios, universidades, el Estado y organismos regulatorios para experimentar en piloto proyectos digitales.
Armonización normativa con estándares internacionales: incorporar estándares de interoperabilidad, trazabilidad y protección de datos.
Casos emblemáticos como faro: proyectos piloto exitosos en empresas locales pueden servir de demostrador para el resto del sector.
La transformación digital de la industria farmacéutica no es una novedad exclusiva de los grandes mercados europeos o norteamericanos. En Argentina, ya hay iniciativas y señales de cambio. Pero para que ese proceso adquiera escala y profundidad, hará falta una articulación entre empresas, Estado, academia y reguladores. Los que logren liderar ese tránsito estarán mejor posicionados para competir en el siglo XXI.
Fuente: El Economista / Infobae / CAEME.